Querida Julia.

Julia murió sin haber visto el mar.

Cuando es poco más que una niña, su trabajo es cuidar a Narcisito, hijo del médico del pueblo y de su mujer Isabel. Durante la Guerra Civil Española, se trasladan a Alicante y la madre del niño mantiene el contacto con Julia a través de postales en las que le reitera sus deseos de que la familia y la cuidadora vuelvan a reunirse. Esto supondría un gran giro en la vida de Julia: ver el mar significa salir del pueblo, salir del aislamiento y, probablemente, salir de la miseria.

La correspondencia se intensifica en 1937, presumiblemente a raíz de la percepción de que el conflicto se prolonga y por tanto dificulta los planes de reunión. Después de ese año no existen postales, hasta 1943 que, en plena posguerra, se reciben las dos únicas de ese año, que se enmarcan en unas vacaciones de la familia en el País Vasco. Después de éstas, no existen más.

Los textos son fotografiados en su elemento original (postal) así como transcritos para una mejor comprensión, mientras que las reproducciones y e intervenciones sobre las fotografías son el nexo de unión entre Julia y el autor: soy el nieto de Julia.

La serie de postales cierra con una misteriosa fotografía de un pueblo con un grupo de personas en el centro.

Se hacen referencias visuales al contexto histórico y político con sellos y calendarios diseñados en formas circulares cobran protagonismo durante toda las historia como metáfora de una representación del transcurso del tiempo circular (semejante a los anillos de los troncos de los árboles) en vez de lineal.

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